El pasado 28 de febrero amaneció nublado, lluvioso. Los relámpagos cortaban el día, rugiendo desde los dominios estelares e intentando aterrar con iras divinas a los hombres que, desde hace muchas centurias, ya no les temen. Una postal inusual, insólita; inesperada en el Santiago de pleno verano.
Fue un hermoso día, sin embargo, para que don Miguel Serrano Fernández se marchara y dejara la patria por la que tanto soñó y luchó, convencido férreamente en su ideario. Él siempre creyó en las sincronías. Un día veraniego pero con lluvia y rayos cayendo del cielo, cual tormenta de golpes iracundos del martillo de Thor, usando la bóveda celeste como yunque.
Serrano vivió siempre en la excepción, en la disidencia, en la rebeldía: en lo que no debe ser, pero es. Remó contra todo y contra todos, sin escatimar en las consecuencias que le traería esto a su carrera, a su prestigio o a su reconocimiento en el mundo de las letras, valorado sólo por un puñado de leales escritores y colegas de oficio. También amó como sólo él podía a nuestra ciudad, nuestro Santiago del Nuevo Extremo: sus rincones y esquinas, esas que vivía transitando y recorriendo como si fuese su primera vez en ella:
"Siento nostalgia todos los días -declaró una vez, entrevistado por el portal Nuestro.cl-. Pero todavía existe el Santiago secreto, los cités, los viejos barrios, Avenida Matta, Mapocho. En todas partes hay secretos lugares, secretas plazas. A pesar de los rascacielos. El barrio Concha y Toro, Valparaíso. La calle Carmen, la calle Marcoleta. El cerro Santa Lucía... Siento nostalgia de las conversaciones en los bares hasta el amanecer, del sentido de la amistad".
Los mismos que ayudaron a esconder bajo la alfombra de la biblioteca a las horrorosas odas de Pablo Neruda para los crímenes de Stalin, o que tendieron mantos de seda opaca sobre los incendiarios discursos de Volodia Teiteilboim justificando con fanatismo las masacres de la tiranía bolchevique, jamás le perdonaron a Serrano sus filiaciones políticas "políticamente incorrectas", sin embargo. Prefirieron presentarlo como el nazi chiflado, asiéndose de uno que otro antojo para sostener el anatema que, en realidad, sólo buscó deslegitimarlo ante la posibilidad de cualquier premiación o reconocimiento a su trabajo.
Serrano se fue, así, ajeno a los premios, pero no al afecto de quienes le conocieron. Me sorprendió gratamente la diversidad de los asistentes a su último adiós: intelectuales, artistas, músicos, poetas y, por su puesto, su círculo de camaradas. Su muerte, acaso, llamó a tanta homogeneidad como la que tuvo también alrededor de su vida, aunque algunos consideren esto incomprensible, cegados por los prejuicios en torno a su persona.
LA GENERACIÓN LITERARIA DE '38
Miguel Serrano Fernández nació el 10 de septiembre de 1917, en la calle Santo Domingo de Santiago de Chile, la ciudad de la que jamás pudo desprenderse en forma definitiva aún cuando varias veces debió dejarla; "junto a las altas cumbres de mi patria", como decía él, explicándose una íntima conexión con el significado de su apellido. Perdió a sus padres siendo muy joven y fue matriculado en el Internado Barros Arana, donde hizo sus estudios teniendo por compañeros a varios otros chiquillos que serían importantes figuras del mundo del arte y la cultura, curiosamente.
Su juventud se incubó en una flor milagrosa en nuestra historia cultural y artística: la Generación literaria del 1938, una de las más prolíficas y valiosas de todo el currículo de la literatura chilena. Serrano formó parte de una especie de tabla redonda de jóvenes y grandes amigos literatos, que se reunían permanentemente a volcar efluvios creativos en la cotidianeidad de sus reuniones en locales de calle San Diego y Avenida Matta. Allí estaban Héctor Barreto, Teófilo Cid, Juan Emar, Guillermo Atías, Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa, Jaime Rayo y Eduardo Anguita, entre otros. Todos ellos configuraron las características que le serían propias a la literatura y la poesía chilenas, lo que les convierte, a juicio de muchos, en la más relevante de las generaciones de las artes escritas.
Aunque era sobrino del poeta Vicente Huidobro y había varios escritores y poetas de su grupo simpatizantes de la causa republicana española (con el estallido de la Guerra Civil), Serrano no adhirió a estas tendencias sino hasta 1936, cuando cayó muerto en una revuelta callejera su joven amigo, el escritor Héctor Barreto. La escaramuza había comenzado entre un grupo de socialistas y nazistas, en uno de los restaurantes que frecuentaban los jóvenes escritores, y terminó a balazos, con Barreto muerto. Desde entonces, Serrano incursionó en la redacción de orientación política, participando de algunas revistas de corte socialista. Nunca abandonó su esfuerzo por rescatar la obra del poeta muerto, convirtiéndose casi en su embajador en el mundo de los vivos. Esta aproximación al izquierdismo le permitió conocer, además, a la poetiza uruguaya residente en Chile, Blanca Luz Brum, quien también variaría hacia ideas nacionalistas, en años posteriores.
Si bien fue un solitario, cual Lobo Estepario, ajeno a las agrupaciones de poetas como "Mandrágora" o "David", Serrano no sólo formó parte esencial de esta generación, sino que ayudó a forjarla, al publicar su trabajo "Antología del verdadero cuento en Chile" en 1938, cuando contaba con sólo 21 años. Esta obra está considerada entre los más grandes hitos de las letras nacionales, por su valor y trascendencia. En una audacia que provocó gran polémica con otros colegas de oficio, incluyó en ella los cuentos de varios de sus jóvenes amigos casi desconocidos en la época, además de uno propio.
Escritores de profesión como Carlos Droguett le discutieron con ferocidad a Serrano su derecho a tomarse tan particulares atribuciones, pero el tiempo demostró el acierto del autor. Anguita diría en su "Anguitología", que Serrano, a través de su antología, "pretendió sentar el axioma absoluto de que el género cuento era la forma precisa y exclusiva de ser chileno".
NACIONALSOCIALISMO Y ESOTERISMO
Ese mismo año, sin embargo, el día 5 de septiembre, tuvo lugar uno de los acontecimientos más horrorosos de la historia de Chile: la Masacre del Seguro Obrero, en la que 59 muchachos nacionalsocialistas inspirados en el Tercer Reich y opositores al Gobierno de Arturo Alessandri, fueron brutalmente asesinados en la Torre del Seguro Obrero (actual edificio del Ministerio de Justicia, en Plaza Constitución), con una vesania y violencia que causó conmoción en la sociedad chilena, al punto de arrebatar las posibilidades de victoria al candidato presidencial del oficialismo, Gustavo Ross Santa María, en favor de Pedro Aguirre Cerda, que ganó por estrecho margen.
Serrano quedó impactado con los acontecimientos del Seguro Obrero y buscó comunicarse con uno de los líderes del movimiento, Carlos Keller, escarbando por alguna explicación sobre lo sucedido. La conversación que mantuvo con Keller causó profunda mella en el joven escritor quien, después de meditarlo, ofreció su apoyo al entonces "jefe" del nazismo criollo, el abogado Jorge González von Marées, intercambiándose ambos algunas cartas que fueron publicadas en la prensa. Desde aquel momento, Serrano quedó convencido del pensamiento nacionalsocialista y declaró su adhesión a la Alemania, participando ardorosamente en el diario "El Trabajo", organismo oficial del movimiento.
En tanto, publicó su trabajo "Un discurso de América del Sur", en 1939, basado en un discurso pronunciado en la Sala de Honor de la Universidad de Chile. Allí afloran por primera vez las orientaciones matrices del discurso de Serrano, abogando por una identidad nacional y pronosticando los grandes cambios que se aproximan sobre la historia.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, no ocultó su simpatía por el hitlerismo, llegando a figurar en las "listas negras" que las fuerzas aliadas hicieron circular en Chile durante la gran conflagración. Esto sería, a la postre, lo que le condenaría a la ingratitud y al desprecio desde las esferas oficiales de la cultura nacional, privándosele de todo premio o reconocimiento, como castigo a la controvertida opción que tomó para sí y a la que, sin embargo, permaneció fiel toda su existencia terrenal, motivado por energías y convicciones de otros mundos, de otras vidas.
Ya instalado en su persona este ideario, Serrano escribió en 1941 una de sus obras más importantes: "La Época Más Oscura", editado bajo el sello de la casa Zig-Zag. Huidobro definió este libro obra como "los cuentos más notables de toda la literatura moderna", antes de enemistarse con su sobrino por cuestiones políticas. Para muchos, además, éste libro de cuentos es uno de los que pone en marcha la identidad de la Generación del '38. También publicó la revista "La Nueva Edad", en plena guerra mundial, donde abordó temáticas totalmente novedosas y controversiales sobre las raíces profundas de la lucha europea, motivada desde la íntima confrontación de principios elementales del mundo, repetidos desde una batalla cósmica que se retrotrae a los principios de la creación. Conceptos que, por extraño que pueda sonar hoy en día, sólo fueron revelados popularmente y de manera más bien antojadiza muchos años después, a través de autores como Louis Pauwels y Jacques Bergier.
Serrano confesó, en años posteriores, haber recibido iniciación de un maestro esotérico, volcándose a una disciplina ecléctica y filosófica de la que nunca se desprendió, por lo que sus publicaciones, en aquellos conflictivos años, eran sólo sus primeras incursiones en el Hitlerismo Esotérico, que sería la línea central de sus escritos, implícita o explícitamente.
Sus libros más comprometidos con el tema fueron muy posteriores, sin embargo: "El cordón dorado", "Adolf Hitler: El último avatara" y "Manú: Por el hombre que vendrá", de los que hablaremos más abajo. Para muchos, la apología del hitlerismo y reivindicación de la swástica que hizo en esta trilogía, fue lo que terminó de condenar su carrera al desdén y al pesado cargo de quienes preferían juzgarlo por su pensamiento antes que por sus trabajos.
Cabe advertir, sin embargo, que estas convicciones de Miguel Serrano siempre tuvieron por base los conocimientos esotéricos, algunos compartidos con sus lectores y otros guardados en lo más íntimo de su credo. "Sólo el mito me inspira", decía en sus escritos, siempre construidos sobre la prosa poética, etérea, apreciada de figuras y metáforas, y en la que abundan los códigos, los símbolos, los lenguajes del argot.
ACCIONES DE CONTINGENCIA
Pese a la orientación filosófico-pagana que dominaba gran parte de su actuar y de su visión política, no estuvo ajeno a las cuestiones relacionadas con las graves contingencias de su época: por entonces, intentó convencer a su tío, el Canciller Joaquín Fernández y Fernández, de no cursar la ruptura chilena con los países del Eje. En vano, pues el Presidente Juan Antonio Ríos debió ceder de todos modos a las presiones de los países aliados.
Esta ruptura con el Eje y el sometimiento del Gobierno a la voluntad de los Estados Unidos, principal interesado en el aislamiento de Alemania e Italia, fue pésimamente tomada por los militares chilenos quienes, azuzados por sus pares argentinos del movimiento peronista, evaluaron incluso derrocar a Ríos. Pero Serrano y otros nacionalistas de la época no adhirieron ni a éste ni a los siguientes intentos sediciosos, como veremos.
Por ese tiempo, Serrano trabajaría en la agencia "Panagra", en Huérfanos con Morandé, empleo que le había conseguido Blanca Luz quien, como hemos dicho, había marchado desde las ideas izquierdistas hacia el nacionalismo, tal como él. El director de "Panagra" era marido de la poetiza. En esta etapa de su vida, Miguel Serrano denunció y permitió desbaratar una intentona golpista encabezada por militares aliados del General Ibáñez del Campo y dirigidos secretamente por nacionalistas argentinos que, en 1948, pretendía derrocar al Presidente Gabriel González Videla.
Este complot, conocido como "Patitas de Chancho", fue descrito por Leónidas Bravo en su conocido libro "Lo que supo un Auditor de Guerra".
"Si no es por mi intervención -escribió Serrano-, el complot resulta. Vi al Presidente y éste me recibió en su oficina de La Moneda. Me tomaron preso y me soltaron; también a Oscar Jiménez y a Sergio Onofre Jarpa. De Oscar respondo por su lealtad total. Jamás traicionaría a nadie. Decidí volver a ver a Gabriel González Videla y le visité en el Palacio del Cerro Castillo, en Viña del Mar. Arrellanado en un sillón, casi como un muchacho, nervioso, escuchando mis opiniones e interrumpiéndome de pronto, para declararme:
"- Mire, no hable más, no diga nada más. Usted es un joven puro, nada sabe de política. Esto es muy sucio y yo me he embarrado hasta el cuello..."
Hacía un gesto rápido con su mano. Nos despedimos. Y no nos veríamos nunca más".
Este suceso marcaría una ruptura entre Serrano y otro referente del nacionalsocialismo chileno, Guillermo Izquierdo Araya, quien se había suscrito entre los conspiradores. Pese a todo, Serrano jamás emporcó el prestigio ni la memoria de Izquierdo, por quien profesaba gran admiración.
LA ANTÁRTICA
El 27 de enero de 1947, comenzó la construcción de la primera base chilena en el Territorio Antártico, cuyos límites habían sido declarados durante el Gobierno de Aguirre Cerda. Se llamaba "Soberanía", más tarde rebautizada "Arturo Prat" y fue diseñada por el arquitecto Julio Ripamonti Barros con un muelle y una cabaña prefabricada, a cago de la Armada. Ubicada en Bahía Chile, de isla Greenwich de las Shetland del Sur, contaba con antenas, bodegas, radioestaciones, cocinas y combustión permanente, siendo oficialmente inaugurada el 6 de febrero, por el Comodoro de la Flotilla Antártica, Federico Guesalaga Toro.
Junto a los uniformados que realizaron esta hazaña, participó una gran cantidad de civiles de renombre, como el futuro Director del Instituto Antártico Chileno, Óscar Pinochet de la Barra; el distinguido ex embajador José Miguel Barros; y el periodista Oscar Vila Labra, autor del libro "Chilenos en la Antártica", prologado por el escritor Francisco Coloane, también partícipe de estas expediciones. Miguel Serrano asistió como reportero de la revista "Zig-Zag" y del diario "El Mercurio".
Años después, admitiría que consiguió integrarse a esta expedición convencido de poder acercarse a las míticas "entradas polares" al Mundo Interior en las que, según la leyenda, el Führer y sus más leales huestes se habrían refugiado hacia el ocaso de la Segunda Guerra, esperando el final de los tiempos. Serrano, por cierto, conocía los detalles de la enigmática misión antártica alemana realizada por el Capitán Ritscher, diez años antes, y de ahí sus afanes.
La extraordinaria experiencia del autor ha sido tema de profunda inspiración para su vasta obra y la de los analistas de los mitos antárticos. Así nació su conferencia "La Antártica y otros mitos", de 1948. "La brújula del alma apunta al Sur", decía él recordando estas aventuras al respecto, y haciendo reaparecer constantemente el tema antártico. "La Antártica es el sexo del mundo, y Chile está junto a ella... Vivimos en el chacra Mudalhara de la tierra". Con esto, el poeta se explicaba el porqué de la orientación tan sexualizada de la sociedad chilena.
Como reconocimiento a su participación en las expediciones, Miguel Serrano contaba también con su nombre colocado en un monte antártico, durante el viaje. Pero, como parte de la destrucción y del castigo que se ha tratado de hacer contra el autor, el nombre fue modificado, posteriormente.
El viaje mágico de Serrano se plasmaría luego en otra joya de la literatura chilena: "Quién llama en los Hielos", de 1957, uno de sus libros de mayor difusión internacional, pese a haber quedado inconcluso. Escribe allí el autor, por ejemplo, con un dulzor poético incomparable:
"Con la vista fija, hipnotizado, estaba prendido a la imagen del hielo sobre mi cabeza. Un trozo enorme se inclinaba, reverberando al sol. Arriba terminaba en almenas. La luz se descomponía en tonos verdes profundos, amarillos y negros. El temor y la emoción de la belleza se entremezclaban. Yo no sé si ese muro se movía; pero conocí que algo íntimo me lo estaba acercando, cada vez más. Entonces oí un ruido pequeño, como de suspiros y chasquidos, y de las almenas empezaron a caer unas leves plumitas volanderas y blancas, que al cruzar a través de la luz, se irisaban fantásticamente, tomando formas extrañas. Caían sobre mí, acariciándome, y cubrían por millones la pequeña playa. Dejé de temer. La visión era tan irreal que habría sido bueno morir en ese instante. Todo cubierto de unas pequeñas almas de hielo, empapado por el frío de esa luz extrahumana, lloraba de emoción. Y en medio de las lágrimas, escuchaba una suave música escondida hecha de suspiros, de chasquidos de la barrera y del vuelo de esos cristales, vapor de agua solidificado en el aire seco y frío. ¿Por qué no habré muerto en ese instante?"
LA CIUDAD DE LOS CÉSARES
Fue durante este mismo período que el autor había comenzado a escribir su tercera obra: "Ni por mar ni por tierra", libro que quedaría inconcluso al ser publicado en 1950, antes que "Quién llama en los hielos".
Así bautizado aludiendo a una frase de Nietzsche ("Ni por mar ni por tierra encontrarás el camino a los hiperbóreos"), éste es otro de los más grandes libros que produjera y conociera la cultura chilena, y que escritores como Enrique Lafourcade han citado entre las mejores obras producidas por autores nacionales.
En esta magnífica publicación, Serrano narra -cual cronista del alma- su propio descubrimiento de Chile, partiendo entre los suyos, entre las reuniones de sus amigos literatos en Santiago, y luego viajando al Sur, confrontando los mitos, los misterios, las leyendas del un paisaje casi agreste, allí donde se yerguen al cielo los dos cuernos del monte Melimoyu, la montaña mágica del Chile austral, bajo la luz venusina de la Estrella de la Mañana. Siendo un convencido de que los viajes terrenales o externos tienen un reflejo en el viaje del alma hacia su propio ser interno, en la geografía sacra, escribe allí:
"Chile es como un hoyo entre montañas. Quien aquí cae, no podrá salir ya. Un hoyo angustioso y penitente. Las paredes resbaladizas no permiten la subida. Las piernas y las manos llagan en el intento y las uñas se destrozan sobre la roca. ¿Qué hacer? ¿Por qué estamos aquí? Sin embargo, todo se lo debemos a esta tierra. Y al mirar a nuestros hermanos en desgracia nos sentimos solidarios. Dentro de su miseria y su amargura, hay una grandeza que no se encuentra en otro lugar del mundo. Una callada aspiración, una fe no confesadas. La enfermedad de Chile es como las espantables enfermedades rojas de los sueños, como las enfermedades sagradas, que destruyen y matan; pero un poco antes del final hacen genios o santos. Chile es como un hoyo sagrado y penitente, que destroza, pero que intensifica la conciencia al extremo de permitir una comprensión y una profundidad inexistentes en otro lugar de la tierra. Todo aquello que en Europa necesitó siglos para madurar en la mente de sus hombres, aquí, por la influencia mortal de la tierra, puede realizarse en el período de una generación. La vida es breve; pero honda. Los años y los siglos se cumplen hacia adentro, descubriendo el cosmos en la profundidad de una gota de agua, o en un grano de tierra desprendido de los montes".
Su ruta es la que lleva hacia la mítica Ciudad de los Césares, al Caleuche, sin embargo:
"La leyenda vive y se alimenta de una emoción profunda. Un acontecimiento que afecta la raíz de la imaginación, sobrevive expresándose en símbolos que atraviesan las edades. En el más lejano pasado de este mundo hubo de seguro una catástrofe que desmembró las tierras. Algunos hombres se salvaron en barcos por la acción de la Providencia. Tal vez una primitiva "dalca", que pasó la mayor parte del tiempo cubierta por las olas embravecidas, navegando casi bajo el agua, fue el Arca de la salvación. Y aquellos que se salvaron verían flotar embarcaciones tripuladas por muertos, arrastradas por las corrientes del Océano".
"...La Leyenda de la Ciudad de los Césares se agrega a la del Caleuche. El padre Mascardi buscó la Ciudad por los lagos y los montes del sur. ¿Podrá alguien encontrarla? El Caleuche navega como un submarino. ¿Cruzará bajo los hielos del Polo Sur? ¿Será ahí donde se encuentra la inmortal Ciudad?".
CON HESSE Y JUNG: EL CÍRCULO HERMÉTICO
Por encargo de "Panagra", Serrano debió viajar en 1951 hasta Europa, por primera vez en su vida, como parte de la delegación que se encargó de cubrir en Francia el Congreso Mundial de la Prensa.
Este viaje fue enriquecedor para el poeta: le permitió espiar aquellos rincones del Viejo Mundo donde habían tenido lugar los conflictos de la Segunda Guerra, los que había conocido y vibrado sólo desde la distancia, hasta entonces.
Y fue en esta aventura que se animó a visitar la Casa Camuzzi, en Montagnola, Suiza italiana, donde vivía el escritor Hermann Hesse en tiempos en que recién el mundo comenzaba a descubrirlo, pese a haber recibido el Premio Nobel de Literatura hacía pocos años.
Era julio de 1951. El encuentro fue sorprendente: ambos autores consiguieron no sólo entenderse, superando las limitaciones del lenguaje, sino que también iniciaron una sólida amistad que perduró en el espacio y el tiempo de manera casi sobrenatural, intercambiándose cartas hasta el día de la muerte del gran autor alemán, en 1965.
Serrano pudo acceder, de esta manera, a material hasta entonces desconocido de Hesse, de sus recuerdos, de su semblanza, de sus obras. Un tesoro de incalculable valor. Se volvió un gran opositor a la interpretación artificiosa que se hizo de Hesse en occidente, adaptado y acomodado a los movimientos de turno que imperaban principalmente en la sociedad americana. Se opuso, por ejemplo, a la filmación de "El Lobo Estepario", obra totalmente adaptada y modificada sobre el original, que pasó sin pena ni gloria por las salas del mundo. Consagró parte de su trabajo no sólo a desmentir dicha tergiversación, sino que, y por lo tanto, a rescatar el sentido esencial del escritor. Uno de sus últimos esfuerzos en este sentido fue publicado en el diario "El Mercurio", sección de Artes y Letras, el 10 de marzo de 2002:
"Desgraciadamente, el profundo escritor y poeta Hermann Hesse fue falsificado y vulgarizado por un mundo de decadencia. Necesita ser releído hoy por los mismos que antaño se estremecieran con su misterio. "Demian", por ejemplo, fue siempre entendido por los serios lectores de esa época como una obra simbólica, donde, además, se refleja la leyenda masónica de Eva y los "'Hijos de la Viuda"' (Demian, uno de ellos), y Sinclair (nombre representativo de los grandes maestros hereditarios de la Masonería escocesa), quien también interpreta la concepción junguiana del "Self"', o del Sí-Mismo, con el "ánima" ya unida al Sí-Mismo; el Hombre-Absoluto. Eso es el personaje de Demian (el "Self", de Sinclair). Demian también es un seguidor del Dios gnóstico, Abraxas, que reúne en sí los opuestos".
No es casual que Serrano recurra a Jung para interpretar a Hesse: tras su experiencia con el autor alemán, aún quedaba un paso para cerrar el círculo del destino, hacia fines de 1959, cuando su vida se cruza con la del famoso psicólogo suizo Carl Gustav Jung.
Cómo habrá sido de fuerte este encuentro entre ambos, que sus arquetipos parecieron fusionarse en la casualidad de las tierras indias donde se hallaban, y Jung, en un acto que jamás repitió en su vida, se ofreció a prologar un libro de Serrano al poco tiempo: "Las visitas de la Reina de Saba". Más abajo hablaremos de esta experiencia de Serrano en la India. Jung, en tanto, falleció poco después, en 1961, pero dejando una innegable influencia sobre el poeta chileno.
Haberse relacionado con Hesse y con Jung fue algo determinante para Serrano, quien se sintió como un enlace entre ambos autores, tan influyentes en nuestros días, desde sus respectivas disciplinas. Fue por ello que, en 1965, publicó otra de sus obras más hermosas e internacionalmente difundidas: "El círculo hermético: De Hermann Hesse a Carl Gustav Jung", donde realiza una serie de revelaciones sobre diálogos, documentos, anécdotas y material nunca antes publicado relativo a ambas figuras.
Fue, definitivamente, uno de los libros que garantizó a Miguel Serrano su consagración internacional.
LA FLOR INEXISTENTE
Sus experiencias simbólico-existenciales con ambos autores, también quedan plasmadas en el contenido poético de libros como "La flor inexistente", de 1969, ilustrado por Julio Escámez, y que ha sido elogiado por otros escritores como Armando Uribe, Hernán del Solar y Hernán Díaz Arrieta (Alone), nada menos. La pluma de Serrano se desliza con hermosura, sobre su pasión por el paisaje, sobre su geografía sacra, como hemos dicho:
"Creí a la Reina; aún le creo. Supe que iba a entrar en la Ciudad. Por ello no me desanimé jamás. Cuando, tras de obstinado deambular en torno a cimas y abismos, el desaliento me hacía presa, la visión de sus ojos oscuros me sostenía, impulsándome a seguir".
"Recorrí medio mundo, sin saberlo casi, hechizado por la Ciudad, o por aquellos ojos. Descubrí aguas que nadie ha visto, cumbres donde florecen extrañas plantas y se mecen lirios de fuego, llanuras de pura luz sonora, nieves como la espuma de la plata. Me sumergí en las aguas del lago Nahuel Huapi, frías como la muerte, donde los ángeles lavan sus alas. Y en las noches, me prosterné bajo las hayas y las coníferas perdidas, tratando de descubrir en el cielo un signo de Nuestro Señor, una luz amiga".
"Nada, nadie, ni siquiera San Javier. Sabía ya que la ciudad estaba cerca; a veces, creía estar pisándola. Encontré un viajero solitario de la Patagonia. Le acompañaba un perro blanco. Pasaba de largo, pero le llamé. Era español. Le pregunté si deseaba confesarse. Me miró de extraña manera; sus ojos me recordaban a la Reina. Recuerdo sus palabras: ‘Quien necesita confesarse eres tú; aunque no con un sacerdote de tu clase, sino con otro que yo conozco. Vas en busca de algo que nada tiene que ver con nuestros tiempos. Confiésate a ti mismo; pero di la verdad, di que eres un Ancahuinca...".
La Flor Inexistente es, así, un arquetipo de inmortalidad. Inexistente, pero más real que las flores de todas las flores de todos los jardines del mundo. Según lo explica el propio autor, en una entrevista para la revista "Ercilla" del 23 de diciembre de 1970, el origen del concepto sería el siguiente:
"...tuvo su origen en eso que Jung llama El-Sí-Mismo, y que define como un punto ideal de la persona, equidistante entre el consciente y el inconsciente, algo que en verdad no existe, pero que es más real que todo lo que existe. Es el sueño, es el mito, el ideal, la leyenda. Son los fantasmas, el sueño de amor eterno, aquello por lo que algunos sacrifican su vida, y, en el momento de perderla, dudan. Y, sin embargo, la duda no es capaz de torcer ya el destino. Esto es La flor inexistente".
ELELLA, LA TRAGEDIA DEL AMOR ETERNO
El amor tocó con una tragedia a Serrano. Una tragedia tan grande, tan dolorosa, que sólo muchos años después se atrevió a narrarla en su totalidad, para sus "Memorias de Él y Yo". Una tragedia, sin embargo, ligada antológica y arquetípicamente al mito del amor verdadero: como Romeo y Julieta, Tristán e Isolda, Jasón y Medea, Osirir e Isis... "El Arquetipo del Amor Eterno", según diría el mismo.
Serrano formó amistad con una hermosa joven alemana llamada Irene Klatt. Una mujer bellísima, de cabellos dorados y ojos de diamantes, "transparentes, iluminando la noche de esa sala". Quisiéramos reproducir aquí las imágenes de una mujer tan hermosa, pero por respeto al libro donde el propio autor lo hizo, resistiremos este deseo. Sólo Serrano tenía el derecho de exponerla tal cual era, con su belleza aurífera, divina.
Pese a su juventud y vida sana, que le permitió incluso ser campeona de equitación, Irene padecía una complicada enfermedad respiratoria y, de hecho, Miguel la había conocido en el Sanatorio de San José de Maipo. Se acercó a ella sólo en octubre de 1951, cuando necesitaba su ayuda para traducir unos textos del escritor checo Gustav Meyrink, por recomendación de su amigo Nino Corradini, o al menos con esa excusa para llegar a la casa de Irene, en el viejo barrio de Avenida Suecia, en Providencia.
Irene era una mujer de inteligencia extraordinaria, demás de poseer una cultura y una sensibilidad increíbles. Pintaba y esculpía, especialmente "obras extrañísimas por su belleza extraterrestre", al decir de Serrano. Preferiremos ahorrar los adjetivos para encargar al propio autor la magistral descripción que hace de este ángel. Ello, combinado con un encanto y una dulzura maravillosas, terminaron por enamorar perdidamente al escritor... O más que eso, inclusive. Y a ambos en realidad, sumidos en una de las historias de Amor verdadero y trágico más dolorosas que se hayan narrado alguna vez.
"Princesa Papán", le llamaba él, aludiendo a la hermana-amada del emperador Moctezuma que, en su famoso espejo de ónix, previó el regreso de los dioses, siendo estos confundidos con los conquistadores españoles. Serrano, que era casado y con hijos, simplemente se perdió en esta relación onírica, desde la que reconcibió los conceptos de "El" y "Ella", unidos ahora en la magia de "Elella", la alianza de amor entre un hombre y una mujer, entre los enamorados.
El autor había comenzado a escribir "Quién llama en los hielos", como continuación de "Ni por mar ni por tierra". Cada vez que avanzaba páginas, se las leía a Irene sentado en el patio de su casa. El libro fue concebido en la fecundidad espiritual de amor, entonces. Pero también quedó condenado a quedar inconcluso: La salud de Irene empeoró, ante las angustias de su familia y la desesperación de Serrano. Ahogos y expectoraciones sangrientas, propias de la tuberculosis. Los amargos detalles de esta impresionante historia de amor y agonía, desgarradores, casi insoportables, han sido relatados ya por su propio autor, como hemos dicho, por lo que no nos corresponde tocarlos aquí. No es posible explicar este drama en otras palabras que no sean las ya usadas por quien lo vivió.
El fallecimiento de Irene, en marzo de 1952, fue un vuelco, una ruptura en la vida de Serrano. Nunca más se recuperó completamente. La hermosa historia de amor, se selló en la tragedia. Nunca pudo concluir "Quién llama en los hielos" pero, desde allí en adelante, el amor arquetípico, el concepto de Elella, estará presente en sus obras, como el más poderoso principio de la alianza esotérica entre el hombre y lo divino. Sólo la tragedia pudo abrirle paso a estos conocimientos, y sólo a través de ellos pudo proponerse cumplir la promesa de "resucitarla", con el Amor Eterno (A-mor, que significa Sin Muerte).
El libro que dedicó enteramente a esta magia del amor inmortal y al tantrismo, se titula "ELELLA, Libro del amor mágico", de 1973, y dice allí:
"El caballero descubrió el rostro en la roca de la gruta, en el lugar más sombrío. Era un rostro de mujer, con los cabellos sueltos y, en su mirada, en todo, tenía un toque primigenio que le llenaba de recogimiento. El diseño del rostro estaba realizado por las hendiduras y promontorios en la húmeda roca. Tal vez fuera dibujado por los hielos de una edad perdida, o por hombres de una raza muerta. Había algo que impulsaba a adorarlo. Hizo su santuario de ese rincón de la gruta".
"Lejos, se deslizaba el torrente. En la soledad de las noches, oía voces, como venidas de un tiempo lejanísimo. Las palabras le eran incomprensibles, pero estaban allí, como suspendidas en el aire húmedo".
Claramente, la influencia de Jung le permitió desarrollar su maravillosa interpretación del amor mágico, tras la trágica muerte de Irene. "Nunca más he podido amar a nadie así. Sólo he amado a Irene", escribió en sus memorias.
VIAJE A LA INDIA
Hacia 1953, el Presidente Carlos Ibáñez del Campo nombró a Serrano como Encargado de Negocios en la India, siendo ascendido más tarde a Embajador. Serrano había procurado este premio para sí, con secretos intereses personales que veremos, pero sin descuidar su misión diplomática, exitosa en todos los sentidos y a la que se le debe, además, el primer tratado comercial entre Chile y la India.
Este viaje configuró y maduró, de hecho, la visión esotérica del poeta, al abrirle las puertas a conocimientos únicos, cuna de sus enseñanzas. En primera fila, conocerá el sagrado monte Kailás, antípoda espiritual del Melimoyu. "He venido del Melimoyu al Kailás", diría en su discurso de presentación de credenciales, siendo el Melimoyu, además, la antípoda geográfica real del misterioso Desierto de Gobi, en Mongolia.
Casi tan pronto tocó Nueva Dehli, se sumergió en las tierras misteriosas del brahamanismo, en las sinfonías de las aguas del Ganges y del Brahmaputra. Allí presenció en primera persona el exilio del entonces adolescente Dalai Lama, a quien le tendió la primera mano solidaria después de su dolorosa partida desde el Tibet, ocupado por la China Roja. Le abrió las puertas de la embajada y le dio alojo en momentos en que nadie asistía al pequeño y vulnerable Lama, por temor a las reacciones de China. Los mismos países que hoy reclaman el símbolo de lucha y libertad del Dalai, se la negaron hace tantos años, cuando el líder tibetano contaba sólo con la escasa asistencia que le habían proporcionado sus amigos, como desde sus limitaciones lo hizo el montañista austriaco Heinrich Harrer, otro nazista que escribiera estas experiencias en el famoso best-seller "Siete años en el Tibet", relatando la parte visible de la extraña misión que desarrolló en nombre de su patria por el Himalaya, confirmando, de alguna manera, las motivaciones esotéricas que rondaban en el nacionalsocialismo alemán.
El Dalai Lama jamás olvidó el gesto de Serrano: reconoció la amistad con él y hasta se provocó un incidente durante su primera visita a Chile, 40 años después y tras recibir el Nobel de la Paz, avanzando a saludar a don Miguel presente en el Aeropuerto de Santiago y saltándose a la comitiva oficial, en 1992. Aunque los guardias de seguridad del Gobierno obligaron Serrano a retirarse, las cámaras del mundo registraron la insólita escena.
Fue allá en la India, también, donde Serrano recibiera las visitas de viajeros como su amigo el pintor Julio Escámez, quien ilustró algunos de sus libros; y del poeta y futuro Nobel de Literatura, Pablo Neruda. También fue visitado por figuras internacionales, como la hermosa actriz Jeniffer Jones y hasta el guerrillero Ernesto "Che" Guevara durante su misión por Asia, con quien compartió algunas sesiones de yoga, según contaba. Sin embargo, su entorno de mayor luz fueron, sin duda, las figuras locales del Primer Ministro Jawaharlal Nehru, el inmortal Hombre de la Rosa, y su hija, la recordada estadista Indira Gahdi, gran amiga de Serrano. El hijo de ella, Rajiv, jugaba en sus piernas en aquellas reuniones con la grandiosa mujer. Irónicamente, madre e hijos llegaron a ser líderes de sus patrias, muriendo asesinados en las mismas circunstancias, víctimas de asesinatos políticos.
Jung, en tanto, le introduce en la plenitud de sus innovadores conceptos sobre la psicología de la espiritualidad, por estas tierras benditas. Cuando Serrano cae enfermo de malagaria, por ejemplo, Jung le hace notar que su caída coincide con el devastador terremoto de Valdivia. Por eso ambos están postrados, por la "sincronía" que existía entre Serrano y su patria.
En esta armonía con el paisaje, Serrano escribe otras dos obras que consagran su colorida amalgama de prosa y poesía, exquisitamente fundidas: "Las visitas de la Reina de Saba" y "Los misterios", ambas de 1960, y "La serpiente del paraíso", en 1963. "Los misterios" es, además, una de las obras menos conocidas de Serrano, originalmente publicada en fino papel artesanal de Nepal y con dibujos de Escámez. "La serpiente del paraíso", en cambio, es más conocido y popular. Relata sus experiencias en la India, sus viajes espirituales y completa la llamada "Trilogía de la búsqueda en el mundo exterior" (junto a "Ni por mar ni por tierra" y "Quién llama en los hielos"), que el propio autor publicara en un solo volumen y con ese mismo título en 1974. Escribe allí sobre la cuna del hinduismo:
"El fuego externo no puede fundir los opuestos. Hay una gran diferencia entre el dios andrógino de Elefanta y los mancebos hermafroditas de Chandni Chowk. Uno ha superado al hombre, los otros lo han negado".
"Algunas veces me he encontrado en medio de las procesiones que avanzan por la noche de fábula, chorreando estrellas, sudor y olores. Y he marchado con ellas sin saber quién soy ya, dónde me dirijo, ni si podré regresar un día a mi patria".
SERRANO "SALVA" A LA ANTÁRTICA
Además de la riquísima aventura que vivió Serrano en este ambiente surrealista, el representante chileno se vería involucrado en una vital defensa de los derechos de Chile en el territorio antártico, estableciendo con ello un triángulo verdaderamente mágico entre tres polos místicos benditos, a su vez, de tres continentes que en el pasado arcaico ya habían estado unidos: Desde los Andes a los Himalayas; y desde los Himalayas a la Antártica. Veremos de qué se trata esto.
Había sucedido, entonces, que el representante de la India ante la ONU, Krishna Menon, presentó una propuesta oficial de internacionalización de la Antártica. La idea podía contar con la simpatía de los países carentes de derechos antárticos y que no reconocían los alegados de otras naciones, en parte motivados por riquezas del continente. Alertado por la peligrosa situación, el Embajador argentino en India, Vicente Fatone, buscó sin éxito entrevistarse con las autoridades de Nueva Dehli. Tampoco lo logró el representante norteamericano, John Sherman Cooper. Washington D.C. llegó a enviar como delegado extraordinario al Embajador Cabbot Lodge, para convencer a la India de desistir de esta propuesta. Nada de esto funcionó.
Advirtiendo la responsabilidad que recaía sobre sus hombros, Serrano quiso persuadir al gobierno indio de desistir del proyecto. En un principio, no obtuvo mejores resultados que el resto de los cuerpos diplomáticos. Pero, valiéndose de su amistad con la inolvidable Indira, logró conseguir una entrevista con su padre, el Primer Ministro Nehru.
El Hombre de la Rosa escuchó con atención las palabras del chileno, para quien la propuesta de Menon destruiría años de esfuerzos chilenos por lograr el reconocimiento de los derechos territoriales sobre la Antártica, tierra con la que tanto el propio Serrano como su querido Chile mantenían vínculos íntimos e indescriptibles, como hemos detallado más arriba. El líder indio comprendió el mensaje. Asintiendo, puso su propia rosa roja característica en la solapa del embajador, a modo de pacto sellado y, acto seguido, ordenó retirar la propuesta. Este extraordinario encuentro entre las dos figuras está detallado por el propio Serrano, en su biografía "Memorias de Él y Yo".
Obcecado con sus sus propósitos, Menon intentó presentar el proyecto en al menos una oportunidad más. Nehru, sin embargo, insistió en el retiro definitivo. Los representantes Cabbot Lodge y Fatone agradecieron formalmente a Serrano por este logro, pues, en la práctica, salvó a la Antártica de lo que seguramente iba a ser su inminente internacionalización y el sometimiento a un régimen caótico, que habría arrastrado el territorio hacia los grandes conflictos planetarios y la habría puesto bajo el interés de explotación de sus recursos.
Mientras permanecía frenada la intentona de hacer una tierra de nadie con la Antártica, el Presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower, formuló una invitación a los 12 países participantes del Año Geofísico Internacional para realizar una conferencia relativa al futuro de la Antártica. De esta manera, el 1° de diciembre de 1959, los doce países participantes firmaron el Tratado Antártico, obligando a someter el territorio a fines pacíficos e impidiendo las instalaciones de carácter militar o armado. El continente queda abierto a la más amplia investigación científica internacional, y a dejar las reclamaciones congeladas asegurando a cada nación firmante, sin embargo, un statu quo por el tiempo que dure el tratado, con sus respectivas pretensiones reconocidas, bloqueándose así el surgimiento de nuevos reclamos territoriales por parte de otros países.
Tampoco se le dio jamás algún reconocimiento especial a Miguel Serrano por esta gestión, que se anota entre los escasos pero trascendentes grandes aciertos diplomáticos que registra Chile en materias internacionales.
FIN DE LA DIPLOMACIA Y VIDA EN EUROPA
Luego de haber sido embajador en la India, Serrano desempeñó cargos diplomáticos en Yugoslavia, período en el que gestionó la visita del Mariscal Tito a Chile. Sus últimas labores en la diplomacia fueron como representante de Chile ante el Organismo Internacional de Energía Atómica en Viena, Austria, y en el Organismo de las Naciones Unidas para el Desarrollo de la Industria.
Las intrigas y la acción de sus enemigos le obligaron a bajarse de la diplomacia, sin embargo. Al llegar al Gobierno la Unidad Popular y por una oscura acción bajo cuerdas realizada por el entonces Canciller Clodomiro Almeyda, fue retirado de la actividad.
Jubilado en tan lamentables circunstancias, viajó hasta Suiza italiana para residir, desde 1972, en la famosa y antigua Casa Camuzzi de Montagnola, donde viviera también Hermann Hesse, como vimos. Pese a seguir defendiendo su doctrina hitlerista-esotérica, muchos autores internacionales asociaron a Serrano con el movimiento new age de aquellos años, acercándolo al estilo que inspiraba a referentes como Timothy Leary o Aldoux Huxley, con los que Serrano no siempre manifestaba mucha confianza ni empatía. Aún así, los visitantes que iban a la Casa Camuzzi fueron bien recibidos por él, especialmente los que llegaban atraídos por el deseo de conocer la ex residencia de Hesse.
En este ambiente prodigioso para la creación, escribe "Nietzsche y el eterno retorno", de 1974, donde realiza una interpretación lograda con la madurez de su conciencia y sus conocimientos, fundados en el nietzschismo, el brahamanismo y los simbolismos junguianos, además de la mitología universal y la teosofía pagana, sus vertientes principales de inspiración:
"Siento que un nudo me aprieta la garganta. ¿Serán los recuerdos de mi adolescencia que regresan de golpe? No, es algo que viene de algún punto fuera de mí, porque "esta noble figura humana", que aquí estuvo una vez, es un signo allá arriba que no se oscurece, que deberá ser recogido por la cadena de las generaciones sucesivas. repensado con urgencia para que la especie no se hunda destruida por la máquina y la vulgaridad, para que no se aniquile la semilla hombre".
Cuatro años después, en 1978, nace el primer ejemplar de su trilogía, amada por unos y odiada por otros: "El cordón dorado: Hitlerismo esotérico". En esta ocasión, a todo su fluido filosófico le da un encausamiento definitivo dentro del Hitlerismo-Esotérico, pero su visión "racista" distará mucho de ser la fiebre supremacista ario-blanca que algunos le imputarán más hacia nuestros días, con ignorancia respecto de cuál era el verdadero dictado de su ideario:
"Ahora bien, y nosotros los sudamericanos, las razas mezcladas, pertenecientes a esta "axila del mundo" de la superficie, para usar la expresión del escritor peruano Antenor Orrego, los súrdicos, o sea los nórdicos del Sur, del Gran Sur, ¿qué hacemos en todo esto, que parte representamos en el Juego?"
"...La respuesta se halla en la afirmación de que la raza a la que todo este gran tema cósmico se refiere es una Raza del Espíritu y de la Leyenda. Nada de esto se refiere a la biología, a lo puramente físico ni a las ciencias de la tierra exterior. El Mito y la Leyenda son indivisibles, como lo es el Arquetipo. No se posesionan de un determinado punto del planeta más que momentáneamente y para investirlo por dentro y por fuera, en el Unus Mundus. Sólo en ciertos tiempos históricos se posan en algún centro del cuerpo vivo de la tierra y, actuando desde allí, se encarnan en los hombres, para hacer llegar su mensaje dentro del Destino, como el Espíritu Blanco que mi Maestro vio salir de Alemania, tras haber agotado la porción exacta de su Drama".
Los años en Europa le permitieron a Serrano pequeñas grandes hazañas personales, además. Conoció en persona al gran filósofo Julius Evola, lo mismo que al gran poeta Erza Pound, probablemente el más grande del siglo XX en su género, pero castigado duramente al final de la Segunda Guerra por su adhesión al fenómeno nazi-fascista. Serrano consiguió, de hecho, la instalación del único monumento que existe para Pound en el mundo, en Medinaceli, España, en 1973. Muchos años después, recordaba de este homenaje, en el diario "El Mercurio" del 2 de noviembre de 2002, día del 30º aniversario de la muerte de Pound:
"¿Qué más puede desear un gran poeta que sus poemas sean recitados por las cosas? ¿Qué más puede desear que un mirlo cante en su homenaje? ¿Qué prueba mayor puede darse de que un hombre es grande, de que un poeta lo es, que el cielo, o la naturaleza, se manifiesten así para confirmarlo?
"Aún canta un mirlo en Medinaceli. Y canta por Ezra Pound".
Sólo en tiempos muy posteriores, ya relativamente libres de los prejuicios demonizantes de la politiquería, la obra de Pound ha comenzado a ser revelada y rescatada del olvido que intentó procurársele. Serrano fue, acaso, el primero en proponérselo.
REGRESO A SANTIAGO DEL NUEVO EXTREMO
Ajeno a las graves rupturas políticas que estrangulaban su patria, retorna a Chile en 1980. Llega a un país dividido, que le resulta por momentos ajeno. Ya no están sus amigos, ni sus lugares de reunión de antaño. No están las luces, las sombras, los colores. Aún así, ama a Santiago: al Mapocho, al Santa Lucía, a la Alameda. No puede alejarse de ellos.
Siguiendo la línea nietzschista e hinduista, publicó ese año "Nietzsche y la danza de Siva". Se hace claro, entonces, que Serrano ha optado definitivamente por la literatura ideológica, decisión que muchos de sus cercanos le reprocharán para siempre, incapaces de explicarse el porqué de semejante sacrificio de su obra poética.
Sorteando las dificultades, se establece en el bello barrio Santa Lucía, en el Edificio Barco, de Merced, diseñado por el arquitecto Sergio Larraín con sus características formas bauhaus. Barrio Bellas Artes, le llaman ahora. En su departamento, en el sexto piso, las paredes de su sala principal son verdes. Levanta allí un museo de su propia vida, sus recuerdos, sus aventuras, sus envidiables experiencias en el resto del mundo. Varias personas lo visitan. Con una paciencia única, atiende a todos ellos. Después, alternará días con su casa-castillo en Valparaíso, en Avenida Alemania, donde tiene sus perros pastores y guarda también buena parte de sus recuerdos.
No pierde contacto con el Viejo Mundo, pese a todo. En 1984, por ejemplo, viaja a Madrid. Conoce en persona al héroe Belga de la Segunda Guerra Mundial, León Degrelle, con quien perdurará una amistad más larga que la vida misma. Cómo él lo hizo también, se involucró en la peregrinación de Santiago de Compostela, uno de los símbolos más potentes de la emigración hiperbórea que Serrano lee en los mapas del mundo antediluviano, en el que viven sus crónicas de trovador. Siempre puso énfasis en el sentido vincular de su ciudad de Santiago del Nuevo Extremo con la de Santiago de Compostela, en la Madre Patria, convencido de un hilo simbólico y profundo que las unía, más allá de lo meramente heráldico.
Por acá, por este Santiago, entonces, se hace común verlo caminando a diario, por las calles del barrio, de su barrio, mirando la transformación de la ciudad con sus ojos con el color y el brillo de las esmeraldas. La gente le reconoce y le saluda. No le niega su mano ni a vecinos, ni comerciantes, ni cuidadores de vehículos ni los muchos mozos que atienden los bares y restaurantes de esas cuadras. Quienes vivimos o trabajamos por el sector, lo encontrábamos siempre orbitando en torno al cerro, con sus pantalones muy subidos y su bastón. Un hombre bonachón, simpático, tan distinto a la caricatura de monstruo que muchos de sus enemigos le intentaron fabricar. Nunca le faltó la sonrisa limpia, transparente.
Veremos, sin embargo, que sus pequeñas cartas y reflexiones sobre el valor patrimonial de Santiago, debieron coordinarse con la enérgica actividad que desarrolló poco después de cumplirse su primera década de vuelta en la ciudad, ante las amenazas territoriales que, en ese momento, tenían al país en una delicada situación diplomática. Serrano participó activamente organizando encuentros, reuniones y charlas y escribió una seguidilla cartas a los medios de prensa que, en su estilo muy particular, expusieron una apasionada defensa de Chile ante las controversias con la Argentina, bajo su perspectiva nacionalista y esotérica. En la misma madurez en que otros hombres prefieren pasar su vida en el reposo y la tranquilidad, Serrano alzó sus puños para luchar infatigablemente por su país, a pesar del desgaste que una empresa tal acarrea, como veremos.
ESCRITOS DOCTRINARIOS E IDEOLÓGICOS
Tras la publicación de "El Cordón Dorado", Miguel Serrano no tuvo más razones para suavizar o disimular su fervorosa simpatía por el Tercer Reich y por el reflejo que el fenómeno internacional tuvo en su país. De este modo, comenzó a publicar los libros que han sido catalogados de más "rabiosos", cayéndole inevitablemente encima los anatemas de antisemita y racista.
En 1981, publicó el controvertido trabajo "Los protocolos de los sabios de Sión y su aplicación en Chile", donde se explaya en uno de los temas que han sido pilares del antijudaísmo internacional, aunque él alegaba ser "anti-nada", cuando se le colgaban estas clasificaciones. Y, al año siguiente, lanza la segunda obra de su trilogía de hitlerismo esotérico, explícitamente titulado "Adolf Hitler. El último avatara". Allí sostiene una visión revisionista de la historia del nazismo alemán y de las relaciones de Chile con el fenómeno internacional, desde la perspectiva evidentemente esotérica suya, afirmando que el Führer ocupa el rol del décimo avatara o última encarnación del dios Vishnú, que para él no es otro que el propio dios Wotan u Odín. Pone énfasis en las raíces esotéricas de la India Aria.
Su visión luciferina del mundo es de orientación pesimista: Estamos en el Kaliyuga, en la Edad Más Oscura, la Era de Kali según el hinduismo. Ve el germen de la autodestrucción en los pueblos latinoamericanos, asolados por la decadencia, el abuso de las fuerzas globalistas y el vicio de sus sociedades. En "El Ciclo Racial Chileno", de 1982, olfatea que la raza chilena, la misma que elogiara antes Nicolás Palacios, ha entrado ya a un inevitable espiral de autodestrucción. Si bien parte defendiendo el ideal del mestizaje chileno que propone Palacios (incluso ayudaría a republicar su obra "Raza Chilena"), sus pronósticos no son alentadores. Más tarde, en 1986, extiende su visión crítica sobre la región, en su obra "Nacionalsocialismo, única solución para los Pueblos de América del Sur". Estos libros expresan en su más claro sentido la opinión de Serrano sobre el asunto de las razas, las etnias y las culturas humanas, basándose en estudios como el de Jacques de Mahieu:
"No corresponde que nos extendamos aquí en una descripción y comentario sobre las investigaciones y descubrimientos circunstanciales que se han efectuado sobre un mundo ante-histórico americano, poblado por una raza de gigantes blancos, de semidioses y cuya leyenda se preservaba todavía en las tradiciones y documentos, hasta la llegada de Colón y de los jesuitas a estas tierras. Los indígenas, los pueblos de color de este continente, los llamaban "Dioses Blancos", transposición de Weisegoten, visigodo".
No abandona sus raíces esotérico-kristianas, ni su pasión por el mito. Ese mismo año publica "La resurrección del héroe", uno de sus trabajos más filosóficos. Dice allí:
"La Alquimia hace posible al Héroe, al Dios aquí aprisionado, escapar de la prisión, llevándose consigo a algunos camaradas (a Cautes y Cautopates) y hasta a unos pocos seres oriundos de este Otro Universo concentracionario, a los que ha redimido con el sacrificio de un mestizaje, o de un "pecado racial", aceptados como estrategia. (Es el "descenso de Kristos a los Infiernos"). Y el premio será, precisamente, la eternización de un "yo" terrestre, la inmortalidad de la conciencia aquí adquirida, la posibilidad de dar un Rostro a la Mónada indiferenciada, un Rostro y una figura terrestre, de hombre, al Astro en que el Héroe se transmutará. Será, así, más que los Dioses. Más que el Dios que aquí entrara y se dividiera en muchos iguales. Porque habrá inmortalizado a uno solo de esos muchos. A un "yo"."
Al año siguiente, retoma el discurso con un nuevo trabajo: "Contra la usura", donde vuelve a hacer apología del sus creencias y, particularmente, de la abolición del capital especulativo. Su defensa se concentra, fundamentalmente, en el trabajo del economista alemán Feder, que reproduce en el libro, quizás el de mayor énfasis en el asunto social de todos los que publicó Serrano:
"Aunque el gran capital prestamista trate deliberadamente, en tanto personificación del principio del interés, de ocultar el derecho de su ansia de predominio absoluto, por más que toda nuestra legislación basada en el Derecho Romano, o sea el derecho al servicio de la protección de una plutocracia, se haya infiltrado en la conciencia de nuestro pueblo, el quebrantamiento de la servidumbre del interés del dinero ha de llegar, como única salida para la amenazante esclavización económica de todo el mundo por la Internacional dorada, como el único camino para expulsar el veneno del mammonismo que infecta y degrada la mentalidad de nuestra época".
El discurso crítico se repite en su controvertida obra "El Plan Andinia", también de 1987, donde asegura la existencia de un complot para fundar una nueva república en el actual territorio patagónico.
Éste es un período donde sus escritos se comprometen, principalmente, con difusión ideológica de tipo propaganda. En 1989, publica "Informe Leuchter", donde reproduce el controvertido resultado de las investigaciones de las cámaras de Auschwitz realizado por el Ingeniero Leuchter, en el marco de un juicio contra un revisionista. Cabe recordar que, desde mucho antes, Serrano había sostenido su incredulidad sobre el holocausto, ganándose el desprecio de muchos más en su ya larga lista de eventuales enemigos. Incluso escribió en sus memorias que, si hubiese visto alguna vez a algún amigo judío entrando a una cámara de gas, "habría entrado con él".
En este clima, cerró su trilogía de hitlerismo esotérico con el libro "Manú, por el hombre que vendrá", de 1991:
"El argumento de la Historia es arquetípico -dice allí-. Experimentado y sufrido ya en otra Ronda, por "alguien" que también se sintió "yo", como yo me siento hoy; la diferencia de forma, si la hubo, en verdad no cuenta, pues se ha logrado hacer consciente un Motivo Eterno a través de mí mismo. Y el Arquetipo, siendo uno e indivisible, aunque se divida en varios, hace que el yo que lo encarnó en el tiempo de otra Ronda sea "yo" mismo, en el Sí Mismo, en el Selbst, en la Eternidad del Arquetipo, ahora hecho consciente, ahora alcanzado, tocado. Y es así como reencarno dentro del Eterno Retorno, un número fijo de veces, con números también arquetípicos, que me han sido donados y que corresponden a mi Melodía y son mi Diapasón. Dentro de ellos me es dado vencer o desaparecer. Dentro de ellos me juego la Resurrección y la Inmortalidad. Esas reencarnaciones fijadas por mis Números son Mi Casa de Familia, mi Estirpe, que ahora ha alcanzado su Mediodía en la Revelación nietzscheana, en la Roca de Zaratustra. Y si no salgo, en un "suspiro del Tiempo", por el parpadeo de Kronos, alcanzando algo jamás soñado, es posible, pero no seguro, que el Arquetipo vuelva a encarnarse una vez más en el mismo Él, "posesionándolo" en la inmensidad de otro Kalpa, de otro Manvantara u otro Yuga. Pero con menos fuerza".
SUS POLÉMICAS DENUNCIAS
Aunque Serrano nunca se identificó con el Régimen Militar, el advenimiento de la democracia concertacionista le provocó profundas desconfianzas, especialmente cuando se conoció de las gestiones que poderosos magnates internacionales estaban realizando en el Sur de Chile para adquirir vastas extensiones de territorios, situación que, a su juicio, demostraba que las advertencias sobre planes conspirativos sobre la Patagonia eran reales. Por esa razón, publicó en 1991 "El nuevo orden transnacional y la Patagonia", reproduciendo su discurso en el Monumento a los Mártires del Seguro Obrero en el Cementerio General, el 5 de septiembre de aquel año. Al año siguiente, vio la luz "Defendamos nuestra Patagonia", por el mismo estilo.
Como en 1992 se cumplía el quinto centenario del "descubrimiento" de América por Cristóbal Colón, un fuerte ambiente de revisionismo histórico se apoderó de la intelectualidad hispanoamericana, especialmente por el costo humano y cultural que tuvo para el continente la posterior conquista. Ese año, publicó entonces "No celebraremos la muerte de los dioses blancos", donde defiende la teoría de que antiguos colonos nórdicos se habrían establecido en América antes que cualquier otra cultura, y que todos sus vestigios acabaron siendo destruidos por la llegada de los conquistadores europeos. Curiosamente, esta teoría basada en las conclusiones de De Mahieu, ha sido respaldada por varios descubrimientos arqueológicos de los últimos años.
Las realidades de mundos paralelos se cruzan en las obras del autor: En 1993, publica "Los ovnis de Hitler contra el nuevo orden mundial", donde sostiene que estas naves serían legado de la Alemania del Tercer Reich, teoría que no es sostenida sólo por él, sino por varios estudiosos de la Segunda Guerra Mundial, por extraño que pueda parecer. Al año siguiente, volviendo al discurso doctrinario, publicó la primera edición completa de "Mi Lucha", transcrita al castellano. Al fallecer su amigo León Degrelle, escribió "Nuestro honor se llama lealtad", como homenaje al líder del rexismo belga, en 1994.
Pero ese año fue complicado para Chile: un desafotunado acuerdo entre los Presidentes Aylwin y Menem había arrojado la solución de la controversia territorial de Laguna del Desierto a un tribunal internacional totalmente viciado y creado a los intereses de la parte argentina. En consecuencia, la sentencia de 1994 fue totalmente adversa a Chile y basada en criterios que eran ajenos a la delimitación original de la zona, por lo que Serrano, junto a sus amigos y camaradas Juan Diego Dávila, el Doctor Jorge Vargas y el Académico Erwin Robertson, realizaron una controvertida declaración pública en el Hotel Tupahue, protestando por los vicios del fallo del tribunal y culpando de todo a la pésima conducción de la Cancillería de Chile y de La Moneda. Esto reposicionó a don Miguel en causas de contingencia histórico-política.
Ante las circunstancias, Serrano volvió a creer confirmadas sus sospechas de una conspiración contra la Patagonia y así lo repitió en "Conspiración mundialista y traición a Chile" y "Conspiración mundialista II. Laguna del desierto y nafta", fundamentados principalmente en la pérdida de Laguna del Desierto. Sus innumerables cartas a los medios las resumió en un impreso titulado "Epistolario para impedir el fin de Chile", de 1995. Volvió a insistir en el tema el año 2001, con "Se acabó Chile" y luego en "La entrega de la Patagonia mágica", de 2003, donde advierte en tono dramático, casi desesperado:
"La visión apocalíptica es tal que, aun teniendo en cuenta la mentalidad suicida del chileno, se nos hace imposible pensar que el asunto sea tan simple como para atribuirlo únicamente a estupidez, ignorancia, cobardía o entreguismo. Sobre todo porque hemos conocido la indignación profunda, la amargura y la rabia con que el pueblo humilde y sencillo ha recibido la decisión de entregar un territorio que le pertenece".
El formato de los folletos con sus controvertidas denuncias se repite en varios de los títulos del autor, como por ejemplo "Imitación de la verdad", de 1996, donde hace una crítica a la irrealidad de la Internet, la virtualidad y la anulación de las relaciones personales del mundo digital. Ofuscado por la manipulación política que se hizo del Informe Valech, publica "Hipocresía: la tortura en Chile", el año 2005.
UN PROCESO DE RETROSPECCIÓN: SUS MEMORIAS
Paralelamente, sin embargo, ya parcialmente retirado de la vida pública y en la madurez de la vida de un hombre, Serrano decide comenzar sus memorias, en una serie originalmente planificada para tres volúmenes, pero que quedó distribuida en cuatro. Para muchos, éstas son las mejores memorias que algún escritor nacional haya publicado en Chile.
El primero de estos libros aparece en 1996, con el título "Memorias de Él y Yo. Tomo I. Aparición del Yo. Alejamiento de Él". Repasa su infancia y juventud con una gran cantidad de material documental, pasando por sus años en el Barros Arana y su entrada en la prodigiosa generación de 1938. El título del libro es un concepto esotérico de ubicuidad: el Yo en dos estados, uno inferior y terrenal, y otro superior, reflejo en el espíritu. Este libro es de tapas negras porque simboliza la fase de el negro, el Nigredo en el Opus Alquímico.
En el siguiente volumen, "Memorias de Él y Yo. Tomo II. Adolf Hitler y la Gran Guerra", de 1997, Serrano pasea por el grueso de su conversión al nacionalsocialismo, desde su generación literaria, su aventura antártica y su tragedia de amor con Irene. La Masacre del Seguro Obrero y la llegada al poder del Frente Popular tienen páginas destacadas. Casi parece un recuento de la historia de Chile durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Su viaje a Europa y su amistad con Hermann Hesse están vívida y detalladamente retratados. Es un libro intenso, dramático, nostálgico, quizás el de contenidos más novedosos de todos, pues revela antecedentes de su vida y de su entorno que, hasta entonces, parecían inéditos. El drama de Irene, su amada "Princesa Papán", aparecerá allí. Su color de presentación es blanco, Albedo en el Opus Alquímico.
El siguiente libro de memorias será de color rojo, Rubedo, el último de los pasos del Opus de la transmutación en la Alquimia. Es el más profundo dentro de lo anecdótico, quizás, pues abarca la etapa más enriquecedora de Serrano en sus viajes: "Memorias de Él y Yo. Tomo III. Misión en los Transhimalaya". Publicado en 1998, allí lucen los nombres de Jung, Indira, Nehru, Pound, Dalai; las alturas del Kailás, las aguas de los ríos sagrados. Relata con emoción casi juvenil sus intentos por encontrar una perdida Orden Esotérica que habría apoyado a Adolf Hitler desde los secretos escondrijos de las montañas del Tibet, la motivación real de su viaje a esas tierras sacras.
Finalmente, en 1999 ven la luz sus "Memorias de Él y Yo. Tomo IV. El Regreso", donde relata su experiencia personal con el Presidente Allende, la Junta Militar, su misión diplomática en Yugoslavia, su viaje a Austria también motivado por el hitlerismo, y si vida en Montagnola. Cuenta los detalles de su retorno al país; de sus frustrados proyectos para colonizar el Melimoyu e insiste en denunciar el saqueo de la Patagonia en manos de poderosos empresarios internacionales. El color de esta publicación es dorado, simbolizando la transmutación final en el oro, el aureum alquímico.
ÚLTIMAS PUBLICACIONES
Aunque sus memorias se cerraron en el cuarto volumen, todavía había algo de introspección en su libro de 2003 titulado "El hijo del viudo", donde realiza una especie de síntesis de todo su pensamiento esotérico, del Kristianismo esotérico y pagano contra el Cristianismo romano que considera impostor. También repasa las raíces esotéricas de las SS y del Islam.
Su último libro fue publicado en 2005, después de "Hipocresía: la tortura en Chile". Se tituló "Maya. La realidad es una ilusión". Allí adhiere a la teoría de la capacidad de los científicos germanos del Tercer Reich de producir "dobles" exactos de personas, y que estas duplicaciones se habrían realizado sobre cabecillas del régimen. Recuerda, por ejemplo, de su experiencia en una noche de Austria, con un especial personaje:
"Es de noche. La ciudad está en penumbra. Caminamos hasta que aparece una débil luz. Es un kiosco malamente iluminado, guardando un gran portón con un letrero de la "Coca-Cola". Pienso que nos hemos extraviado, que no puede ser éste el fin de nuestro viaje. Dentro del kiosco hay un hombre en mangas de camisa, con unos papeles sobre una tabla. Mund me lo presenta: es el ingeniero de las armas secretas y éste es el único trabajo que ha podido conseguir, sin que se divulgue su identidad. Como si estuviera informado sobre mí y a lo que vengo, me recibe cordialmente. A mi pregunta de qué piensa sobre Bormann, me responde de la manera más inesperada y extraña, con otra pregunta: "-¿Sabe usted quién era Hitler?".
Bastante sorprendido, le respondo: "-¡Por supuesto que lo sé! ¿Cómo no lo voy a saber?...".
"-No", me dice. "Usted no puede saberlo, porque nadie lo sabe, nadie lo supo a ciencia cierta... ¿Sabía usted que los rusos encontraron en el Búnker y en la Cancillería de Berlín catorce cadáveres de Hitler, todos iguales? ¿Cuál era entonces el que cremaron en el jardín del Búnker? ¿Cuál era el verdadero Hitler? ¿Y el que partió hacia la Antártica? Lo mismo con Martin Bormann y con Rudolf Hess... ¿Cuál es el verdadero Bormann, el que estuvo en Chile o el que murió en Moscú?...".
Mientras esto tenía lugar, no dejó atrás su constancia en el envío de cartas a los medios de comunicación, orientando sus opiniones especialmente hacia la preservación del patrimonio de Santiago. Proponía, por ejemplo, iniciativas para la conservación del paseo del Cerro Santa Lucía, o advirtiendo de la profanación del río Mapocho con nuevos y agresivos proyectos viales que no respetaban la geografía sacra de la ciudad, que tanto amó y defendió hasta el ocaso de sus fuerzas. "Santiago de la Nueva Extremadura, única en el mundo, con dos cerros embrujados: el San Cristóbal (Tupahue, Morada de Dios) y el Santa Lucía (Huelén, Dolor)", escribió en una de sus cartas a los diarios nacionales.
Nunca pudo desprenderse de este barrio: vendió su hermosa casona de Valparaíso, pero en Santiago se trasladó desde el Edificio Barco hasta sólo unas cuadras de allí, en un departamento de Máximo Humbser, siempre en las faldas del Cerro Santa Lucía, su querido y encantado Huelén.
NEGACIÓN Y CASTIGO. UNA OPINIÓN DE URIBE
Obviamente, el nacionalsocialismo declarado de Serrano tuvo costos para sí, en un medio cultural y político visiblemente adverso. Además de la falta de reconocimiento, llegó incluso a la persecución directa, como cuando su casa fue saqueada y destruida hacia principios de los noventas, ocasión en que le fueron sustraídas importantes documentaciones sobre sus trabajos inéditos, curiosamente. Nunca se le perdonó, tampoco, haber realizado una concurrida reunión en El Arrayán en el centenario del nacimiento de Hitler, en 1989, cuyas imágenes aún recorren los documentales del mundo. En cambio, quienes celebraban anualmente la sangrienta y brutal Revolución Rusa, recibían los premios y reconocimientos que a él se le privaron por las mismas razones "políticamente correctas", por los mismos cinismos.
Ninguneado y considerado casi como un mal necesario en las librerías, se comprenderá por qué a Serrano jamás se le concedió el Premio Nacional de Literatura, del que era merecedor por doblar, triplicar o cuadruplicar la extensión, profundidad y trascendencia de su obra, comparada con la de otros autores que, con hojas de vida mucho más modestas, han recibido fácilmente un premio que a veces, ha sido gravemente politizado y convertido en pago de favores. Sólo algunos desafiaron el cinismo de los medios y reconocieron públicamente su trabajo en distintos escritos o artículos, como el poeta Cristián Wankner, quien lo invitó a su conocido programa televisivo "La Belleza de Pensar".
Armando Uribe, poeta, ex embajador de Allende y digno receptor del Premio Nacional de Literatura 2004, por su parte también decidió romper la hipocresía oficialista y desafiar al sistema. Así, escribió una hermosa carta para Miguel Serrano, leída el día de su cumpleaños 88 (2005), en una mística ceremonia:
"EL POETA MIGUEL SERRANO FERNÁNDEZ
Miguel Serrano es un poeta de la prosa. No confundirlo con autores de "prosa poética", es decir los arranques de lirismo en medio de la prosa, recurriendo a los tópicos más convencionales y trillados: flores, amor, estrellas y otros humos vagos que parecen elevar el espíritu a un mundo distinto al cotidiano.
La poesía de Serrano proviene de la trama de sus relatos y de la naturalidad sorprendente de sus personajes desusados.
Mientras se lee un libro de este poeta de la prosa, sus razonamientos del otro mundo, con perfecta sintaxis racional para expresar lo que sería indecible por todo otro escritor, convencen al lector de tal manera que éste se hace habitante del mundo impar de Miguel Serrano, natural de su planeta. Es un poeta muy verosímil.
En el total de su obra, crea casi ex nihilo (pero con fuertes ataduras a la historia y la geografía, y reconociendo sus antecesores, forjándose una propia genealogía implícita) su mitológico universo chileno.
Eleva un Chile mágico a lo universal. Creo que es el único poeta nuestro que, teniendo esa tremenda ambición (anidada en nuestro país desde que tuvo el nombre de Chile en el siglo XVI), ha sido capaz de conseguirlo en gran escala.
Hay que considerar la obra de Serrano como un todo, un cosmos suyo que se nos ofrece de regalo, dándole a sus Memorias en cuatro volúmenes un alto lugar literario, emocional e intelectual. Sus experiencias son hechos. Sus fantasías también lo son, tanta es la fuerza de sus palabras y frases, su prosa y la poesía de su prosa.
Hoy, al celebrar su paso firma por el tiempo, se rinde un acto de justicia humano y, hay que repetirlo, poético.
Armando Uribe Arce, 10 de septiembre, 2005".
Pero, a pesar del voto de Uribe, las premiaciones le siguieron siendo negadas, completando casi 30 años (o más) de evasivas y esquivazos.