Krishna y Arjuna
En el sexto libro de el Mahabharata llegamos al núcleo mismo de esta gran épica, el episodio conocido como el Bhagavad Gita, el Canto del Señor. Toma la forma de un discurso espiritual en el cual Krishna inspira e ilumina a Arjuna con su sabiduría divina. Cuando la Batalla de Kurukshetra comenzó, Arjuna le dijo a Krishna: “Por favor, coloca mi cuadriga entre las dos formaciones de batalla de modo que pueda ver a los que están sedientos de guerra.” Pero al escrutar el escenario de la batalla, vio entre los mortales oponentes a aquellas mismas almas que él siempre había estimado.
Abrumado por la pena, Arjuna, por primera vez en su vida de incomparable heroísmo, mostró una inimaginable expresión de pusilanimidad. “Mi cuerpo tiembla, mi boca está reseca, mis miembros flaquean, mis cabellos se erizan. El arco se me escurre de la mano y mi mente se tambalea. Me cuesta incluso permanecer en pie. Krishna, yo no busco la victoria sobre mis presentes enemigos. No busco reino ni comodidad . Déjalos atacar. No lanzaré mi arma contra ellos, ¡ni siquiera por la suprema soberanía de los tres mundos, y mucho menos de la tierra!”
Con un arma moral tras otra, Arjuna atacó a Sri Krishna. Estaba firmemente decidido a abandonar sus armas de guerra para siempre. Comenzó pronosticando la masacre de sus congéneres, la completa calamidad de la destrucción de la familia. Enfatizó en que habiendo perdido la virtud, la familia quedaría atrapada en la garra del vicio y la anarquía.
Previendo todo esto, le dijo a Krishna: “Deja que los hijos de Dhritarashtra, provistos de armas, acaben con mi vida mientras estoy desarmado y sin resistencia. Con toda sinceridad, prefiero mi muerte que nuestra victoria.”
Dejando caer su arco y sus flechas, se hundió en su cuadriga y gritó: “Luchar no es para Arjuna. Krishna, no lucharé.”
Krishna le dijo a Arjuna: “¡No te rindas a la flaqueza! Tu corazón ha sido siempre un perfecto extraño del temor. Esta es una batalla divina, por tanto no temas dar muerte a otros, ni ser matado. La realidad que abarca el universo es la Vida inmortal. El cuerpo es perecedero. El alma, lo real en el hombre, o el hombre real, es imperecedera, inmortal. El alma no mata ni es matada. Más allá del nacimiento y la muerte, constante y eterna, está el alma. El conocedor de esta verdad ni extermina ni es exterminado.”
Aquí en el campo de batalla Krishna estaba ofreciendo su altísima sabiduría a Arjuna, desvelando los secretos de la vida y la muerte.
“Igual que una persona se quita sus ropas usadas y se pone unas nuevas, también el alma encarnada abandona el cuerpo gastado y entra en una forma nueva para la manifestación. Las armas no pueden atravesar el alma. El fuego no puede quemar el alma. El agua no puede mojar el alma. El viento no puede secar el alma. Sabiendo esto, Arjuna, sé en un mero instrumento.”
Krishna se revelaba ahora en su rol de maestro o Guru de Arjuna, y Arjuna como su devoto discípulo. Iniciándolo en el Yoga del conocimiento, Krishna continuó: “Tómalos como una sola cosa, la victoria y la derrota, la alegría y la tristeza, la ganancia y la pérdida. No te preocupes por ellas. ¡Pelea! ¡Pelea pues no incurrirás en pecado alguno!”
Entonces Arjuna preguntó más sobre el Yoga de la acción, y Krishna le dijo: “La acción es tu derecho de nacimiento, no el resultado, no los frutos de la misma. No dejes que los frutos de la acción sean tu objetivo, y no te apegues a la inacción. Sé activo y dinámico, no busques recompensa alguna.”
Krishna estaba enseñando a Arjuna un doble camino, un Yoga de conocimiento y de acción. “Yoga es ecuanimidad. Yoga es diestra sabiduría en acción.”
Arjuna había conocido a Krishna como su querido primo, como su amigo cercano, y ahora como su maestro espiritual. Aquí iba a llegar a conocer a Krishna como un Avatar o Encarnación, el descendiente directo de Dios en forma humana.”
Krishna le dijo: “Siempre que la rectitud declina y la perversidad prevalece, Me encarno y Me manifiesto. Para la protección del bien y la destrucción de lo perverso, para establecer el Dharma, el código interno de la vida, aparezco de época en época.”
Krishna quería que Arjuna fuese liberado de las trabas de la ignorancia y actuase sin apego. Le dijo: “Establece tu unidad con Mi mente. Consagra tu vida a Mí. Sacrifica tu aliento por Mí. Póstrate ante Mí. Abandona todo deber. Sólo en Mí refúgiate. De todos los pecados te liberaré. No te aflijas.”
Arjuna se inclino respetuosamente y dijo: “Krishna, Tú eres mi Señor. Tú eres mi Todo.”
Abrumado por la pena, Arjuna, por primera vez en su vida de incomparable heroísmo, mostró una inimaginable expresión de pusilanimidad. “Mi cuerpo tiembla, mi boca está reseca, mis miembros flaquean, mis cabellos se erizan. El arco se me escurre de la mano y mi mente se tambalea. Me cuesta incluso permanecer en pie. Krishna, yo no busco la victoria sobre mis presentes enemigos. No busco reino ni comodidad . Déjalos atacar. No lanzaré mi arma contra ellos, ¡ni siquiera por la suprema soberanía de los tres mundos, y mucho menos de la tierra!”
Con un arma moral tras otra, Arjuna atacó a Sri Krishna. Estaba firmemente decidido a abandonar sus armas de guerra para siempre. Comenzó pronosticando la masacre de sus congéneres, la completa calamidad de la destrucción de la familia. Enfatizó en que habiendo perdido la virtud, la familia quedaría atrapada en la garra del vicio y la anarquía.
Previendo todo esto, le dijo a Krishna: “Deja que los hijos de Dhritarashtra, provistos de armas, acaben con mi vida mientras estoy desarmado y sin resistencia. Con toda sinceridad, prefiero mi muerte que nuestra victoria.”
Dejando caer su arco y sus flechas, se hundió en su cuadriga y gritó: “Luchar no es para Arjuna. Krishna, no lucharé.”
Krishna le dijo a Arjuna: “¡No te rindas a la flaqueza! Tu corazón ha sido siempre un perfecto extraño del temor. Esta es una batalla divina, por tanto no temas dar muerte a otros, ni ser matado. La realidad que abarca el universo es la Vida inmortal. El cuerpo es perecedero. El alma, lo real en el hombre, o el hombre real, es imperecedera, inmortal. El alma no mata ni es matada. Más allá del nacimiento y la muerte, constante y eterna, está el alma. El conocedor de esta verdad ni extermina ni es exterminado.”
Aquí en el campo de batalla Krishna estaba ofreciendo su altísima sabiduría a Arjuna, desvelando los secretos de la vida y la muerte.
“Igual que una persona se quita sus ropas usadas y se pone unas nuevas, también el alma encarnada abandona el cuerpo gastado y entra en una forma nueva para la manifestación. Las armas no pueden atravesar el alma. El fuego no puede quemar el alma. El agua no puede mojar el alma. El viento no puede secar el alma. Sabiendo esto, Arjuna, sé en un mero instrumento.”
Krishna se revelaba ahora en su rol de maestro o Guru de Arjuna, y Arjuna como su devoto discípulo. Iniciándolo en el Yoga del conocimiento, Krishna continuó: “Tómalos como una sola cosa, la victoria y la derrota, la alegría y la tristeza, la ganancia y la pérdida. No te preocupes por ellas. ¡Pelea! ¡Pelea pues no incurrirás en pecado alguno!”
Entonces Arjuna preguntó más sobre el Yoga de la acción, y Krishna le dijo: “La acción es tu derecho de nacimiento, no el resultado, no los frutos de la misma. No dejes que los frutos de la acción sean tu objetivo, y no te apegues a la inacción. Sé activo y dinámico, no busques recompensa alguna.”
Krishna estaba enseñando a Arjuna un doble camino, un Yoga de conocimiento y de acción. “Yoga es ecuanimidad. Yoga es diestra sabiduría en acción.”
Arjuna había conocido a Krishna como su querido primo, como su amigo cercano, y ahora como su maestro espiritual. Aquí iba a llegar a conocer a Krishna como un Avatar o Encarnación, el descendiente directo de Dios en forma humana.”
Krishna le dijo: “Siempre que la rectitud declina y la perversidad prevalece, Me encarno y Me manifiesto. Para la protección del bien y la destrucción de lo perverso, para establecer el Dharma, el código interno de la vida, aparezco de época en época.”
Krishna quería que Arjuna fuese liberado de las trabas de la ignorancia y actuase sin apego. Le dijo: “Establece tu unidad con Mi mente. Consagra tu vida a Mí. Sacrifica tu aliento por Mí. Póstrate ante Mí. Abandona todo deber. Sólo en Mí refúgiate. De todos los pecados te liberaré. No te aflijas.”
Arjuna se inclino respetuosamente y dijo: “Krishna, Tú eres mi Señor. Tú eres mi Todo.”